lunes, 20 de septiembre de 2010

¿Melodrámatica?



Okey... aquí vamos con la segunda entrada... y creo que ya pueden imaginarse de lo que voy a hablar por el título...

Fueron cuatro días de relajo, una seudovacaciones para gran parte del país que para tristeza de todos terminó hoy, Lunes 20 de septiembre.

¿Qué fue lo que celebramos? Las Fiestas Patrias de Chile. La gloriosa independencia de mi país.

A este punto se preguntarán ¿A quién le importa? bueno mi patriotismo me indicaba que tenía que introducir estas lineas con la típica reseña histórica, aunque aquí entre nos, odio la historia.


En algún punto de mi vida me parecía fantástica incluso amaba que me mandarán a hacer trabajos históricos pero... ahora francamente me parece un tanto repetitiva. No es que no sea patriota (aunque... pensándolo bien, no lo soy) es sólo que, estas festividades me vuelven un poco gruñona...


Vale, no soy siendo completamente honesta con ustedes ni conmigo misma, creo que la palabra precisa sería melodramática.
¿Soy una persona melodramática?
Esta palabra se la he escuchado a gran parte de las personas que me rodean, algunas no me conocen personalmente sino solo por la internet pero ya advierten en mi personalidad ese componente que me esta trayendo bastantes problemitas de índole doméstico.
Al principio no lo creía, me rehusaba a pensar que más allá de las letras yo en verdad fuera alguien melodramático pero luego de los eventos de este fin de semana puede que este considerando darme a mi misma un voto de duda.
Creo que por fin empiezo a descubrir algo que, al parecer el resto de los mortales que tienen la dicha (según mi opinión) la desgracia (según la opinión de muchos incluyendo la de mi hermano) de conocerme en la vida real, habían descubierto hace muchoooooo tiempo atrás.
Sí... a veces puedo llegar a ser una persona melodramática. Nótese que no es algo de ocurrencia ordinaria ni común pero tengo que coincidir que, de un tiempo a esta parte, en mi cotidianidad soy yo la que provoca todo el melodramatismo que pudiera o para ser más precisa tuviera que existir en ella pero ahora que hago el análisis me es difícil no pensar que...

¿Será tan así?

Francamente aún no lo sé... sólo sé que este fin de semana estuvo cargado al drama familiar. Partiré reconociendo que enojarse con mi mamá porque no me dejo pasar una noche en su casa no era excusa suficiente para no visitarla el día de su cumpleaños ¿O a lo mejor sí?

Tampoco era algo para pasármela llorando gran parte del día 19, ni tampoco era para llamarla cada media hora sólo para discutir porque ella no hacía algo que se supone (bueno yo creía que debía adivinar para ser más precisa) debía hacer como madre, que era que me insistiera en que quería pasar su cumpleaños conmigo.

¿Les parece bastante melodramático?

Pues mirándolo desde a fuera, y con la madurez que no te otorgan veintinueve años. Esta vez creo que le puse demasiado color... sobre todo porque la víctima al final del día no fue ni mi madre con quien hice las pases por cierto ni yo misma sino: Mi marido.

El pobre se quedo sin almuerzo (no me levanté en todo el día y no me despegue del notebook tampoco) y tuvo que escucharme llorar y analizar a mi familia completa durante gran parte de la tarde... incluyendo al perro por supuesto. Lo bueno es que me tuvo paciencia suficiente para conformarse con almorzar a las seis y media de la tarde que fue cuando finalmente me digne a darle algo de comida. Mientras que cercano a la una de la tarde engañó a su estomago con un par de aceitunas y como si no fuera poco luego tuvo que mirar junto conmigo resignado a que no saldríamos de la casa, el techo de nuestra pieza mientras yo insistía que nadie nunca me quiere y que no entiendo como me dicen que yo soy la inmadura cuando en mi melodramático discurso siempre soy la que cede al final.
Como ven a veces tiendo a exagerar y manipular la situación a extremos un tanto perniciosos no sólo para mí sino para el resto que me rodea pero ¡Así soy yo! es parte de mi esencia.

Mientras más avanzo en esto de las relaciones de pareja debo estar completamente agradecida que para los nueve años que llevamos juntos. Mi tierno y siempre incondicional, recientemente marido, atina a ser un psicoanálista de primera. Antes solía presionarme para que lo dejará entrar y ahora simplemente espera pacientemente que yo misma me acurruque a su lado y largue el llanto descontrolado y la típica pregunta ¿qué crees tú?

Aunque sé que en el fondo odia a mi familia, ayer no me dijo nada que no fuera un reflejo de mi misma y sus consejos fueron bastante más equilibrados que lo que yo misma hubiera pensado. De hecho, estuvo a cinco segundos de lograr que yo aceptará ir donde mi mamá pero el orgullo pudo más y no lo hice hasta hoy lunes.

Creo que gran parte de mi melodramatismo se lo debo al orgullo. Sí porque si fuera menos orgullosa y menos caprichosa la verdad la seudodiscusión que jamás fue discusión no hubiera llegado a tanto y lo más probable es que hubiera, ese día 19 almorzado junto a mi mamá celebrando su cumpleaños.

Ahora volviendo a lo de melodramática, he pensado bastante y creo que por eso me gustan los amores sufridos y transmito ese histrionismo en lo que escribo. Ahora comprendo porque puedo hacer una tormenta en un vaso de agua y como puedo lograr que la demás personas sufran con mis torcidos personajes (esa capacidad de transmitir no viene de manera gratuita señores, sino que es parte de la esencia de la escritora) lo que es bastante extraño y poco común pero supongo que todos tenemos algo de loquitos. Aunque debo terminar concordando con una amiga de que: ¡Liz tu eres la reina del drama ever!

Teniendo especial cuidado con esa afirmación debo reconocer finalmente que lo dramática no es sólo en las letras sino que también en la vida real. Y esta última parte es la que me asusta porque al final la que termina exhausta emocionalmente soy yo. La que lloró por horas pensando en lo pequeña y sola que se siente cuando alguien dice no, fui yo. La que no quiso almorzar, ni siquiera salir de su casa, nuevamente fui yo.
Responsablemente reconozco que a la larga eso no me beneficia sino que me destruye, tanto como me hace ser quién soy.

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